Una llamada perdida por What’s app pero con una selfie de alguien
que podría ser conocido o lo parecía, al menos.
“Tengo una llamada
perdida tuya pero no sé quien sos y si necesitabas algo. Gracias.”
Así empezó esta
historia, que no sé si será breve o prolongada.
Chateamos,
intercambiamos frases y entre todo eso, resultó que querías hablar
de las cartas de Malvinas, ya que Santiago, un hermano mayor Mercante
de la turba, el miedo y la resiliencia me había nombrado por algo,
que yo jamás hubiese recordado.
Las cartas de
Malvinas, ¿cuáles? ¿las que nunca recibí? ¿las que no sentí
necesidad de escribir porque no tenía oportunidad de enviar?
Mentira, una carta
escribí para mis padres que recibí en Buenos Aires, tiempo después
de haber llegado desde las Islas.
Sé que hace poco la
vi pero no tengo idea donde y en el caos generalizado que tengo en
mis cosas, que no frecuento habitualmente, pese a buscarla, no la
encuentro.
Por lo poco que
recuerdo, era una de esas cartas neutras, donde quien escribe evita
sutilmente de no expresar lo que siente y vive para no perturbar al
receptor de dicha misiva.
Creo que ellos nunca
la leyeron, quizás porque me la quedé y la guardé. Tampoco
supieron que hubiese llegado. Tampoco creo que les interesase, ya que
yo, ya estaba en casa.
Es muy raro, hijo
único, pero no de aquellos idolatrados, si no muchas veces
vilipendiado. Circunstancias de la vida que nos ha tocado vivir,
muchas veces sufrir.
El caso es que las
cartas para un marino mercante tenían, tienen un significado
especial, ya que no existía en esa época la instanteneidad, en
cualquier momento, salvo por la consideración de los tiempos de
descanso ajenos, que el Zoom, el Meet, el WhatsApp o la app que
mierda fuese, que te permite comunicarte de una punta a otra del
globo, sin costos y a nuestra propia y entera voluntad.
La carta es una
expresión literaria que en siglos nos unió y que se fue disipando
frente a la IT y su inmediatez.
En la carta de un
mercante, escrita entre puerto y puerto, con la ansiosa esperanza de
recibir una respuesta desde nuestra pareja, tenía el relato de lo
que sucedía a bordo y de muchas reflexiones de eso y de lo que atrás
habíamos dejado al zarpar.
Zarpar que permitía
una vida extraña para el resto de los terrestres, que nos permitió
vivir muy bien, económicamente, y que también permitió compartir
con la familia destinos exóticos, en aquella época, los 80 y los 90
del siglo 20, que ahora son alcanzables, con mayor o menor facilidad,
acorde a los vaivenes de nuestra economía y las malas decisiones de
nuestros dirigentes.
“Estimado señor
Elizalde, mi nombre es Juan Terranova. Trabajo en el Museo Malvinas.
¿Lo podría llamar mañana a la mañana? Prometo no robarle mucho
tiempo. Gracias. Es un honor saludarlo para mi.”
Sonaron todas las
alarmas que se pudiesen encender. No sos vos, soy yo.
Tiempo es lo que me
sobra, viudo y jubilado.
Yo SOY Pancho
Elizalde. Si alguien dice Francisco, me doy vuelta para ver si
Bergoglio está por acá cerca.
Laboralmente,
socialmente, siempre soy Pancho Elizalde, en ámbitos formales e
informales, por supuesto, también.
¿Un honor
saludarme? ¿Qué tomó este muchacho en el desayuno?
Qu no se
malinterprete lo que escribo, que es lo que digo habitualmente. Me
tocó una circunstancia no deseada, pero no rechazada. Aceptada con
el fin de dar lo mejor de mi, como en cualquier otra circunstancia de
mi vida. Hice lo mejor que pude, mal o bien.
¿Deseada?, no para
nada, no me gusta meterme en quilombos, mucho menos organizados por
otros, pero jamás dejaré de cumplir los juramentos, promesas o
afirmaciones que he hecho. Nadie podrá decirme que lo dejé en la
estacada y, si recibió una respuesta contraria a la esperada,
siempre hubo un fundamento.
“¿Juráis
defender la Patria hasta perder la vida?”
“Si, juro”
Ese juramento lo
hice como soldado conscripto del Ejército Argentino en 1977.
En 1982 me tocó, de
algún modo cumplirlo.
No me ofrecí como
voluntario. Cuando me dijeron que había que llevar un buque al Sur,
no me negué. Acepté la misión. Tocó Malvinas.
No puedo hablar de
las cartas de Malvinas, solo recibí una escrita por mí, ya en casa
de mis padres.
Podríamos hablar de
las cartas de los mercantes, de la consecuencia de escribir todos los
días un poco, con hechos y pensamientos, observaciones de
situaciones vividas en casa, no más que eso.
Juan Terranova,
spoileemos. ¿Museo Malvinas? Hmmmmmm.
Nunca fui, vivo a 12
cuadras, tengo mucho tiempo, para mi con suerte podría ser terreno
neutral, no lo creo. Es terreno hostil.
Te preguntarás ¿por
qué hostil?
Porque,
lamentablemente, no existen descripciones o análisis objetivos.
Todos ellos tienen un sesgo.
En el caso de
Malvinas, hay un sesgo que me molesta mucho y es que quien presenta
su parte de la verdad, la presenta como TODA la verdad.
Desde mi punto de
vista personal, es falso y no permite que podamos entender y conocer
todos los aspectos de un hecho de múltiples protagonistas y de
infinitas circunstancias.
Admito y respeto que
cada uno tenga su parte de la verdad, como la pieza de un
rompecabezas.
Lo que en estos 40
años, desde la guerra hasta ahora, y los 13 años desde que hablamos
sobre ella, es que esa pieza del rompecabezas tiene partes que son
ciertas y que vivimos y el resto se arman en base a la especulación
en la que pensamos como fue. Casi siempre no es así, y si no
encontramos quien tiene la pieza que encaja con la nuestra en esa
parte de la historia con su verificación de los hechos, estamos
fallándole a la verdad y a quienes tienen el cariño de armar ese
rompecabezas, que en este caso, es lo vivido en la Guerra de
Malvinas.
Juan Terranova,
spoileemos.
¿Quién es? ¿Por
qué me parece conocido?
Viva Google, el
cantaclaro y surgen Juan Terranova, blogs, libros, ¿Libros? Puerto
Belgrano, ficción sobre el Crucero, entre otros pero fui a lo
específico.
¿Está en Amazon?
Aaaaadentro.
Perdí la
fascinación del papel y el libro cuando pude tener un Kindle. Mi
tiempo de lectura en mi tiempo de trabajador que usaba el tren y el
subte, era el tiempo de transporte, una hora de ida y otra de vuelta,
con esperas, pisotones, amontonamientos parados se facilitaba por el
solo hecho de tener un dispositivo liviano, con una biblioteca en su
memoria y que para cambiar de página solo había que mover un dedo
para presionar el costado derecho de su pantalla.
Así surge que ya
poco me falta para terminarlo y me sentí atrapado por su trama y su
estilo, con esa mezcla de personales reales y otros que no lo son.
Con algunas mínimas
observaciones para hacerle, pero que nada degradan la sensación de
estar recorriendo las cubiertas, los pasillos, los sollados, la
enfermería, el comedor y los camarotes del CRUBE.
Gracias, Juan. Muy
bueno
No sé de que carajo
vas a querer que hable el martes.
Buenas noches.
P.D.
La expresión es
“irse por ojo”, no “irse por el ojo”
En la Armada a los
oficiales se les dice señor. Solo se les dice sr almirante a esos
oficiales superiores. Nunca se les dice por la jerarquía.
Escribo cuando me
encuentro en la oscuridad y busco la luz al final del túnel.
Hacía casi 3 años
que no escribía.
La verdad es que
estos 40 años se van transformando en algo difícil de vivir, porque
en la curiosidad ajena nos hace revivir, que es muy distinto a
recordar, lo que en ese tiempo vivimos.
Revivir es varios
pasos hacia atrás que el recordar. Es la expresión SETP (síndrome
de estrés postraumático) o PTSD en inglés (Post Traumatic syndrome
disease).
Para salir de eso
tuve que hacer terapia hace 5 años, orientado por una amiga
psicóloga especializada en PTSD.
Así fue que encaré
la cura.
Es solo para que
sepas, no para psicopatearte.
Pancho Elizalde