martes, 21 de diciembre de 2010

Empieza el verano en Buenos Aires

En Buenos Aires, cuando empieza el calor se inicia con un paulatino agobio. El agobio se incrementa con el aproximarse al corazón del hormigón armado, la temeperatura VA AUMENTANDO PAULATINAMENTE. Te pega sin contemplaciones, las gotas van cayendo por el rostro sin darte posibilidad de evitar el salado sudor por los ojos haciéndotelos arder. La camisa, esa camisa que tan prolijamente estaba guardada en el placard, cambió su aspecto con manchas oscuras debidas a la transpiración que fluye a raudales sintiendote el más asqueroso de los limpios, ya que te pegaste una ducha hace solo 30 miserables minutos. No querés saludar a nadie, justo en esta ciudad de afectuosos y espléndidos besuqueras y besuqueros.
Los pelos, que no te cortaste, esos cercanos al cuello forman un colchón aislante que provoca la toma de clases de buceo por parte de la nuca.
El subte te recibe con una bocanada parecida a la que surge de la morada de Satanás pero que hace que cuando salgas nuevamente a la superficie cual buzo por lo empapado los 36° de afuera parezcan fressscos.
Loco de deseo por una Coca bien helada, estás a un paso de la disfonía y la angina gracias a los 20° que hay en la oficina que es lo único que te motiva para ir en esta época del año en la que querés ... que se yo lo que querés probablemente ese maldito frío que te hizo putear todo este invierno.
Asi somos en Buenos Aires, extrañamos el frío que odiamos en el invierno porque con el frío, por lo menos, no te quedás pegado al asfalto con el peligro de morir aplastado como insecto en cucatrap atropellado por algun chofer obnubilado por la transpiración, que también le cae por sus ardientes ojos.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Costumbres diversas

Cuando salimos de nuestro hogar y vamos mucho más allá de lo que nos es habitual en nuestros desplazamientos, nos llama fácilmente la atención el paisaje. No importa si es ciudad o naturaleza,si lo hizo o lo preservó el hombre. A medida que uno viaja un poco más, comienza otra parte del aprendizaje que son los usos y costumbres sociales. En un turista occidental, en especial porteño, apurado y, probablemente escaso de humildad, puede meter la pata fácilmente. Ni hablar si además debe manejar. En mi caso, que hablo el italiano casi como lengua materna, cuando preguntaba sobre como se hacía algo me miraban preguntándose de que hospicio me había escapado.
Algunas observaciones sobre Italia
  • En los locales gastronómicos se paga en la caja al salir del local, muy pocas veces en la mesa.
  • No se deja propina, aunque recomiendo hacerlo si uno se vuelve habitué de un local. Se agradece efusivamente por la escasa frecuencia de su presencia.
  • Las pizzas son individuales, finitas, muy finitas pero del diámetro de una "grande" de Buenos Aires.
  • Las farmacias hacen turno siempre, hay días que trabajan y otros que no. Sabios, los farmacéuticos.
  • Las estaciones de servicio pueden tener self service cuando están cerradas, las máquinas toman tarjetas de crédito, monedas y/o billetes. Si está abierta te atienden normalmente.
  • Si el peatón pisó el asfalto, hay que pisar el freno, no el acelerador como nos es habitual.
  • En las rotondas, el derecho de paso corresponde al que ya entró, no al que ingresa. Ojo, muy importante.
  • Los peajes de las autopistas pueden ser automáticos, self service o atendidos por una persona. En estos últimos, la ventanilla por donde se pasa el dinero tiene un cepillo para que no se vuelen los papeles, ya fuesen tickets o biletes. Los que atienden te dan la misma bola que acá: ninguna.
  • La comida china sigue siendo la más barata.
  • Siempre se puede pedir vino en copa. contenido y en contenedor.