domingo, 18 de diciembre de 2011

El ají quituchito

Fiel a nuestra masculina naturaleza escatológica escuché este relato de un conocido mientras regresábamos de un copioso asado de fin de año entre conspicuos cuchilleros:

Huyyyy!!! el aji quituchito,si jodido que es. Me gusta comer picante y un día una amiga me da unos chiquititos de su maceta y me dice: "Pelalos con guantes porque si los pelás sin ellos al pelar el segundo te morís".

Fiel a la tambien naturaleza masculina de no dar bola, pelé el ajicito con las manos desnudas. Cuando quise pelar el segundo casi me muero, empecé a transpirar, para sacarme la transpiración salada de los ojos no tuve mejor idea que tocarme con las manos. El ojo estaba en llamas, de la desesperación me dieron ganas de mear y ahí fui, creo que sin lavarme las manos. ni con bolsa de hielo me podía bajar la inflamación de las bolas.

Las carcajadas rayanas en el llanto de loss 3 pasajeros del auto ya que él manejaba hicieron que los muchachos de la guardia nos miraran incrédulos.

En fin solo para hombres.
Abrazo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Oración

Y de a uno fueron quedando en el camino,
sorprendidos por no haber encontrado en esta tierra el oasis tan deseado.
Cansados y tozudos siguieron construyendo futuro y familia.
El merecido descanso para los justos llegó de la mano del Señor.
Él, con su inagotable y generosa bondad los tomó en su seno,
cobijándolos con todo el Amor que siempre les brindó.
Reciben en plenitud la Paz tan merecida.
Agradezcamos al Señor su eterna presencia.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Va y vuelve...

La Muerte le rondaba,
la Muerte lo rodeaba,
giraba, rogaba, seducía,
enredaba.
Entraba, salía y regresaba.
Su mente la acogía.
La Muerte no acompaña,
la Muerte solo te lleva.
¿Adónde?
Adonde tu alma elija.
¿Será por mano tuya?
¿Será por el tiempo?
¿Será por tu cuerpo?
¿Será por otro?
Solo será para
cuando esté dispuesta.




miércoles, 24 de agosto de 2011

Compañía.

Se sentía solo en el viaje, la noche anterior había terminado su enésima novela negra sueca. Tan acostumbrado a la compañía de esos extraños escandinavos que en esa mañana, al no encontrar ningún otro libro del género, se sentía desamparado en ese andén poblado pero solitario.
Le gustaba viajar y las novelas le permitían hacerlo a lugares que, a lo mejor, desconocía personalmente pero que podía visualizar gracias a Google Maps y sus vistas panorámicas.
Aunque había estado en Suecia, fantaseaba con regresar. Los sitios se conocen caminando, observando, preguntando e imitando a los lugareños. Es vivir su cotidianeidad.
El poder ver las calles mencionadas en las novelas, le ayudaban a ambientarse en el entorno no descripto en las líneas impresas.
El viaje al centro, esa condena diaria consistente en soportar el hacinamiento y la incertidumbre de llegar en un tiempo indeterminado lo oprimía.
Trataba de dejar la mente libre para meditar pero los vaivenes del vagón no permitían la concentración necesaria para una meditación profunda por más que el tecnológico aislamiento de los circundantes lo aislara pasivamente de sus ¿semejantes?
El paisaje, de tan conocido, aburría. Trataba de buscar nuevas perspectivas, vista periférica para apreciar el verde paisaje de Palermo por el que el tren atraviesa para llegar al núcleo del Microcentro.
La ciudad esconde su realidad durante el viaje al aproximarse a Retiro. Los espacios son abiertos. El Centro te recibe fuera de la estación con dos opulentas plazas rodeadas de monumentales o señoriales construcciones.
Después, después el Centro, le muestra su realidad de calles angostas, veredas superpobladas, ciclistas chorros a contramano, colectivos, taxis y piquetes, mujeres espléndidas a cualquier hora del día mostrando su fuerte personalidad. Ruido, el ruido en el Centro lo rodea, gira alrededor sin descanso. Ruido de autos, ruido de teléfonos, ruido de obras, ruidosde la vida urbana.
Como todo tiempo pasado fue mejor, revolvía en sus recuerdos, en busca de las imágenes del Centro de casi 50 años atrás. La memoria los guardaba en imagen y sonido, casi vívido.
La composición social del barrio era distinta. Había familias, muchas, que en el Centro residían. Se veían viejas edificaciones, bajas. Se acuerda de los sastres, calle por medio, en un primer piso, sobre El Pulpo en Reconquista y Tucumán.
Las cuadras desde ahí hasta el Correo Central, cruzando Alem por el pase del subte para tomar el 203 hasta el colegio. Ida y vuelta, dos veces por día. La ciudad y su tránsito te permitían hacer ese viaje, almorzar en casa y volver hasta Pueyrredón y Las Heras.
En el fondo seguía viajando, esta vez en su misma ciudad y en el tiempo, gracias a sus recuerdos.
La novedad era lo que le divertía, agrandar sus horizontes lo satisfacía, adentrarse en nuevos entornos lo fascinaba. Entender otra cultura lo atraía. Hoy era Escandinavia, ayer fue Japón, antes quien sabe que.
Se sentía solo en ese andén poblado pero solitario.
Tenía que conseguir otra novela policial escandinava.

miércoles, 16 de marzo de 2011

¿A quién le vamos a dejar qué?

En algún momento de la vida cada uno de nosotros hace un balance sobre que fue lo que hizo por el país para analizar "¿qué pais le vamos a dejar a nuestros hijos?"
Cada generación se ha preguntado, una y otra vez, lo mismo a lo largo del tiempo.
¿No será ese el error, pensar qué pais le vamos a dejar a nuestros hijos?
¿Creemos, sinceramente que en una generación, 25 años, cambiaremos lo suficiente como para generar un cambio sostenido y tendiente a mejorar?

Como una de las bases de la solución de muchos problemas nacionales está en la formación y educación, los plazos no pueden ser cortos. Son naturalmente extensos.

Hoy se me cruzó por la mente que quizás el pensamiento adecuado sería pensar que pais le vamos a entregar a nuestros bisnietos. Si, bisnietos. Marcar objetivos para nosotros, para nuestros hijos, para nuestros nietos.
¿Parece mucho? Es cierto, lo es pero si no empezamos a pensar y a ejecutar para generar cambios en especial en actitudes y pensamiento, marcar un camino siguiendo una luz de esperanza, estamos en el horno.

Un pueblo, una Nación se merece que sus dirigentes piensen más allá de los dos años, que es el plazo entre elecciones o en 4 años que es el periodo presidencial.

Los signos de cambios serían muy pequeños en una primera etapa y quizás poco espectaculares pero los objetivos serían muy ambiciosos.

lunes, 21 de febrero de 2011

Lunes

No hay día de la semana que no sea más prolífico en su mención que el lunes. "Lunes otra vez" recordaba la canción.
Es un sino trágico el del lunes. Dedicado a la Luna, es el día más puteado de la semana.
Es aquel que absorbe todas las energías que, supuestamente, cargaste durante el fin de semana. Es la conclusión inevitable de ese domingo triste, preámbulo de ese día maledetto que nos marca el inicio de un nuevo ciclo de obligación.
Según algunos, la semana empieza el domingo pero no se inicia con un festejo, si no que se termina con el festejo ya que esos 5 o 6 días de trabajo concluyeron, por eso el lunes empieza la semana.
Indefectible, inevitable, inexorablemente.
Es ese día donde te comés las gastadas de tus compañeros por ese partido que tu equipo perdió.
Es ese día que, puede tener un disimulado inicio alegre porque tu equipo ganó.
Es el día de titulares densos para amargarte más el inicio de la semana.
Es la conclusión de esa noche corta que no dió para descansar lo suficiente.
El lunes es una excusa, el motivo es el inicio de la semana.

miércoles, 2 de febrero de 2011

A pedido de la interesada

Debido a que mis relatos son, en su mayor parte, estrictamente verídicos, existen por supuesto licencias poéticas que ayudan a que el relato cierre mejor.
Es decir, si no hay licencias poéticas en el relato es como un sandwich de pechuga de pollo sin mayonesa (muy seco).
Ante el pedido expreso de mi mujer, sin amenazas implícitas, ni explícitas, cumplo en aclarar.
Gracias.

Pancho

viernes, 28 de enero de 2011

Despertar de un día de semana

De joven se despertaba antes que sonara el reloj despertador. A la vejez, dicen que viene insomnio. A él le vino el cambio de ritmo, ahora la furia de la alarma lo extrae de la profundidad del sueño como un sacacorchos de dos pasos. Un poco lo desacomoda, para un segundo después lo empiece a tirar hacia afuera de los brazos de Morfeo. Se acomoda y lo extrae hacia el mundo de los vivos.
En ese navegar a dos aguas, no sabe si es consciente o no. Si manda a la mierda todo o no. Solo quiere quedarse ahí, en la cama. La mujer, tan dormida como él, lo incita a levantarse para poder dormir ella un poco más sin el ruido de fondo de sus ronquidos.
Él, obnubilado por la congestión nasal, lucha contra las ganas de seguir torrando. Evalúa, peor es que empiecen a protestar por levantarse tarde.
Toma coraje, aún sobre la cama se pone de costado mirando hacia afuera. Muy lejos de querer hacer algún ágil movimiento, saca las piernas fuera de la cama. Las deja caer con el torso duro y un brazo empujándose como para minimizar el esfuerzo de sentarse.
Como sin querer, se mira en el espejo enfrentando la primer chispa de realidad matutina. Su cabeza está blanca, despeinada, los pelos raleándose. ¡Por Dios, ya es de mañana! ¿A quién maté para tener este castigo? pensó, apocalípticamente, debido al sopor.
Apoya sus manos sobre sus rodillas y se para, ensordecido por el ruido que producen sus articulaciones. En especial, las rodillas que parecen cañones.

Siente la arenilla de la incipiente artrosis de rodilla que retumba en sus oídos recordándole que tiene que adelgazar.
Por acto reflejo, llega hasta el baño, satisface su necesidad. Acomete un ardua tarea. Baja la escalera, apoyado plenamente contra la pared, de a un escalón, mirando por la ventana hacia el cielo, curioso por saber como es el clima.
Pesado, si pesado es el clima, si es verano. La humedad agota, no hay viento, llegó el diario. Lo levanta, por suerte el peso de las noticias no incide en el peso del diario.

Otro día más en la semana...

jueves, 13 de enero de 2011

Los libros y los boludos

Los libreros dicen que hay dos clases de boludos, los que prestan los libros y aquellos que los devuelven.

Después de hacer un balance económico social he llegado a la conclusión que:

  1. Indefectiblemente al prestar un libro califico como boludo.
  2. Para que la ecuación de prestar un libro y que lo devuelvan cierre, tiene que haber dos boludos. No considero satisfactorio saber que soy un boludo que se relaciona con otro boludo.
  3. Si en la relación hay solo un boludo, me quedo sin el libro, ergo si lo quiero en mi biblioteca, lo tengo que comprar.

Por lo tanto, hace muchos años que decidí que no presto libros, los regalo.

De ese modo, no me decepciono pensando que mi amigo es un boludo, gasto lo mismo que si efectuara la comprobación que mi amigo no es boludo y, en general, se fortifica la amistad.