martes, 21 de diciembre de 2010

Empieza el verano en Buenos Aires

En Buenos Aires, cuando empieza el calor se inicia con un paulatino agobio. El agobio se incrementa con el aproximarse al corazón del hormigón armado, la temeperatura VA AUMENTANDO PAULATINAMENTE. Te pega sin contemplaciones, las gotas van cayendo por el rostro sin darte posibilidad de evitar el salado sudor por los ojos haciéndotelos arder. La camisa, esa camisa que tan prolijamente estaba guardada en el placard, cambió su aspecto con manchas oscuras debidas a la transpiración que fluye a raudales sintiendote el más asqueroso de los limpios, ya que te pegaste una ducha hace solo 30 miserables minutos. No querés saludar a nadie, justo en esta ciudad de afectuosos y espléndidos besuqueras y besuqueros.
Los pelos, que no te cortaste, esos cercanos al cuello forman un colchón aislante que provoca la toma de clases de buceo por parte de la nuca.
El subte te recibe con una bocanada parecida a la que surge de la morada de Satanás pero que hace que cuando salgas nuevamente a la superficie cual buzo por lo empapado los 36° de afuera parezcan fressscos.
Loco de deseo por una Coca bien helada, estás a un paso de la disfonía y la angina gracias a los 20° que hay en la oficina que es lo único que te motiva para ir en esta época del año en la que querés ... que se yo lo que querés probablemente ese maldito frío que te hizo putear todo este invierno.
Asi somos en Buenos Aires, extrañamos el frío que odiamos en el invierno porque con el frío, por lo menos, no te quedás pegado al asfalto con el peligro de morir aplastado como insecto en cucatrap atropellado por algun chofer obnubilado por la transpiración, que también le cae por sus ardientes ojos.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Costumbres diversas

Cuando salimos de nuestro hogar y vamos mucho más allá de lo que nos es habitual en nuestros desplazamientos, nos llama fácilmente la atención el paisaje. No importa si es ciudad o naturaleza,si lo hizo o lo preservó el hombre. A medida que uno viaja un poco más, comienza otra parte del aprendizaje que son los usos y costumbres sociales. En un turista occidental, en especial porteño, apurado y, probablemente escaso de humildad, puede meter la pata fácilmente. Ni hablar si además debe manejar. En mi caso, que hablo el italiano casi como lengua materna, cuando preguntaba sobre como se hacía algo me miraban preguntándose de que hospicio me había escapado.
Algunas observaciones sobre Italia
  • En los locales gastronómicos se paga en la caja al salir del local, muy pocas veces en la mesa.
  • No se deja propina, aunque recomiendo hacerlo si uno se vuelve habitué de un local. Se agradece efusivamente por la escasa frecuencia de su presencia.
  • Las pizzas son individuales, finitas, muy finitas pero del diámetro de una "grande" de Buenos Aires.
  • Las farmacias hacen turno siempre, hay días que trabajan y otros que no. Sabios, los farmacéuticos.
  • Las estaciones de servicio pueden tener self service cuando están cerradas, las máquinas toman tarjetas de crédito, monedas y/o billetes. Si está abierta te atienden normalmente.
  • Si el peatón pisó el asfalto, hay que pisar el freno, no el acelerador como nos es habitual.
  • En las rotondas, el derecho de paso corresponde al que ya entró, no al que ingresa. Ojo, muy importante.
  • Los peajes de las autopistas pueden ser automáticos, self service o atendidos por una persona. En estos últimos, la ventanilla por donde se pasa el dinero tiene un cepillo para que no se vuelen los papeles, ya fuesen tickets o biletes. Los que atienden te dan la misma bola que acá: ninguna.
  • La comida china sigue siendo la más barata.
  • Siempre se puede pedir vino en copa. contenido y en contenedor.

sábado, 30 de octubre de 2010

El Mercado



El título puede llevar a confusión a quienes influenciados por la economía, fuese o no deformación profesional en que voy hablar del mercado desde ese punto de vista. Lejos de mi mente arremeter con tema sesudo de ese tipo busco siempre relevar lo anecdótico en la sociedad que visitamos.

El Mercato es una vieja tradición que proviene desde el fondo de la historia, el mercado es la actividad comercial con vida propia y fuerte atracción en Cuneo y alrededores, como en el resto de las ciudades y poblaciones de Italia. Cada ciudad tiene un día de la semana para su mercado.
Es el acercarse al cliente por parte de los mercaderes que se van trasladando día a día por las poblaciones de la región circundante.

El Mercato es la feria, es el origen de lo que se ve en La Salada pero de orígenes fiscales más respetuosos que los de nuestra famosa romería del sur del Gran Buenos Aires.
Toda una zona del centro de la ciudad se reserva para realizar esta convocante actividad. La Piazza Galimberti, espacio abierto en la ciudad, la Via Roma, avenida central de la ciudad vieja y los alrededores del mercado municipal, se convierten el día martes en un despliegue inusual de puestos de venta de mercadería de todo tipo.
Todo tipo de mercadería se encuentra en este mercado semanal, frutas, verduras, carnes, pescados, ferreterías rodantes, ropa para mujer, para hombre, para niños, zapatos para todos los gustos, enormes rotiserías, queserías y fiambrerías montadas sobre camiones con enormes toldos que se despliegan automáticamente.
Es un lugar ideal para las mujeres porque para comprar con éxito hay que revolver y caminar mucho.
Es de noche, en esta época del año, cuando desde el hotel se siente un murmullo extraño amortiguado por los indispensables vidrios dobles de las carpinterías de los edificios.
En el primer hotel en que estuvimos estábamos en plena "area mercadale", abrí la ventana para abrir los postigones y se oía un murmullo originado en infinidad de voces pero hablando despacio.
Esta parte de Italia es distinta a los estereotipos que son más acordes a otras regiones más hacia el sud de la península.
La iluminación de los puestos, potente, pero de bajo consumo ilumina un escenario donde cientos de protagonistas, preguntan, evalúan, requieren, esperan y conversan en una simpática mezcla de piamontés con algo de italiano. Combinación inexpugnable como las vocales alargadas de los cordobeses argentinos.
Hay una clara diferenciación entre los comerciantes locales y los emigrantes de Africa y Asia, te lo hacen notar enfáticamente los locales.
Como en toda región con crisis económica se hacen evidentes los conflictos entre locales y extranjeros mas bien expresados que explícitos. Reclamos a los gobernantes, a los intendentes, a los dirigentes
No es casual que el Papa haya declarado esta semana que migrar es un derecho. Esta mención nos da la pauta del conflicto que se incrementa día a día en Italia.

Los otros actores del mercado económico están reclamando al gobierno que gobierne y que deje de dedicarse a escándalos políticos de Berlusconi o en la conocida búsqueda de roña tratando de transformar curriculums en prontuarios de los rivales políticos.
¿No les recuerda nada?

martes, 26 de octubre de 2010

Al Pancho le tocó viajar

En todos los países del mundo hay zonas de mayor atractivo turístico y otras que, pese a sus valores, son desconocidas.

Cuneo, en Italia, es una de estas últimas. Llamada la “provincia Granda” por ser la de mayor extensión de Italia tiene como característica ser una de las provincias de mayor cantidad de emprendimientos y también una de las menos comunicadas vialmente en el Norte de Italia.

[IMG]http://i691.photobucket.com/albums/vv279/felizalde55/viaje%20cuneo/MercadocubiertoCuneo019.jpg[/IMG]

Cuneo es una cuña, una pequeña meseta entre un río el Stura di Demonte y un torrente, el Gesso.

Fue asediadainfinidad de veces, fue una de las zonas de mayor desempeño de la guerrilla partigiana contra los alemanes ocupantes luego de la firma del armisticio por parte del Mariscal Badoglio. Infinidad de placas de mármol recuerdan a los partisanos muertos por defender la liberrttad de su pueblo.

Es una ciudad de 50.000 habitantes, cuya distancia menor a una autopista es de 33 km, distancia enorme para los parámetros de Italia.


Muy visitada por turistas o extranjeros ya que en sus calles se ven magrebíes, africanos de color, franceses, estadounidenses. Si la visibilidad lo permite, se ven las montañas formando un arco, extensísimo de casi 270°, que hoy amaneció blanco poruna copiosa nevada por encima de los 1000 mts de altura


Tiene una hermosísima ciudad vieja, Coni Veja con lugares encantadores, bien aprovechados con bares, restaurantes, oficinas puestas a todo vapor, manteniendo las características de los edificios antiguos. Con pórticos, recovas que te protegen de las inclemencias del frío en el otoño, ni que hablar en le invierno.


Hacía 40 años que no venía por estos lares y 22 que no pisaba Italia, algunas cosas cambiaron, otras son inmutables. Entre las que cambiaron es la conformación de la población. Hay un importante caudal inmigratorio de Oriente, países balcánicos, africanos. Se ve a la gente más amable que hace 40 años. No hay nada que hacer, el intercambio, mejora la raza.

sábado, 2 de octubre de 2010

El apuro: regreso a la juventud (estrictamente para hombres)

No acostumbro a sentarme en las cenas de parejas hombres por un lado y mujeres por otro, es más, me gusta estar mezclado porque te da la opción de distintos tipos de conversaciones.
El título es provocativo, on purpose, pero no discriminatorio. Sucede que, en este tema, los hombres sentirán en carne propia lo que relataré.

Escatológicos por demás, los hombres no valoramos adecuadamente los riesgos implícitos en una tarea íntima y personalísima como puede ser orinar.
Quién no escuchó esa conocida rima, que decía, sin tomar en cuenta la verdad histórica:
"Lo dijo Aristóteles, lo confirmó Platón,
la última gota queda siempre en el pantalón.
Curiosísima expresión, ya que estos dos grandes pensadores no usaba dicha prenda, que en cambio, si era utilizada por los persas, sus frecuentes enemigos, porque la consideraban ridícula.

Muy relacionado con este tema es el del apuro. Apuro que uno tiene, muchas veces, por una retención indebida del líquido elemento que los riñones producen.
Apuro señalado por las viejas chusmas del pueblo, que cuando alguien tenía un"descuido" o falla en la calidad del método anticonceptivo, se casaba "de apuro", situación inimaginable en esta época de la historia.

Volviendo al tema del apuro, el sistema urinario, el acelere, el abandono de los botones y, sobre todo la distracción de pensar en estos momentos, ya que no sé porque extraño motivo, es como que en el relax del esfinter urinario, la descompresión de la vejiga, la mente vuela, se fructifica, se expande y ahí en ese maldito momento, de errado cálculo, hablando de varones incircuncisos, es que ese último tramo de 2mm del prepucio, cae, dolorosamente en las fauces del cierre relámpago de la bragueta.
Si alguien piensa que el título de "cierre relámpago" del cierre a cremallera" o "Zipper" proviene de la facilidad en abrirlo y cerrarlo, le digo que está totalmente equivocado.
El cierre relámpago se denomina así, por deducción personal, por que cuando te enganchás la puntita de ciertas pudendas partes, el dolor es como si te pegara un rayo y el grito consecuente, su trueno, aunque salga aflautado.

Así fue como tuve el otro día, una experiencia de juventud a mis casi 55 pirulos Gracias a Dios, esas experiencias no se olvidan. Hay, en la adolescencia, una incertidumbre sobre como reaccionar, ¿lo bajo?, ¿puedo coordinar para bajarlo? ¿lo bajo o que? ¿Manché todo con sangre? (los hombres somos así de machos con estas cosas).
La memoria y por ende la experiencia, marcan algo, no esperes es solo prolongar la agonía, bajalo de una y ya...
Buena suerte y, sobre todo en el baño, más concentración, menos distracción y menos apuro.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Recuerdo

Si al pasar por esta vida
nada de ella mejoré,
no vale la pena que llores
en el día en que me iré.

Si aunque sea un poco,
un ratito, un día te alegré,
ya valió la pena
todo el resto que pasé.

Si así fuera, que ese
recuerdo de mi te queda,
no es con lágrimas de dolor
que quiero me recuerdes.

Volvé a ese momento, en
que mi cometido cumplí,
y en esa sonrisa alegre
presente yo estaré.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Capitalizando experiencia: mis difuntos


La vida de una familia tiene hitos. Ettore Scola lo plasmó en forma excelente en su film, La famiglia, donde un Vittorio Gassman, desde joven recorría su vida y envejecía mientras la historia transcurría en el mismo departamento de la familia.

En ese transcurrir, familiares nos dejan, algunos, definitivamente. Según la edad que vamos teniendo cumplimos diversos roles, aumentando la participación en lo concerniente a la muerte a medida que envejecemos.
Así me fue ocurriendo, paulatinamente.
Mi abuelo paterno falleció en 1968, con 12 años, no participé en nada. En 1978 falleció mi abuela paterna y tuve que darle la noticia a mi padre que dormía. La muerte de mi abuelo materno me agarró navegando cerca de Oriente, por lo tanto me enteré por radio de su muerte.

Con mi abuela materna, estaba aquí, año 2001, ya más viejo, 45 años, las cosas cambian, los roles también.
Familia chica, único hijo de única hija, éramos 5 gatos locos. No hubo velorio, solo responso y cremación.

Ahí empieza mi parte. Las cenizas. ¿Qué hacemos con las cenizas de mi abuela? A Italia, no. ¿Enterrarlas? Tampoco. ¿Guardarlas en casa? Ni en pedo, ¿entonces? si de polvo fuimos y polvo somos, humedezcamos el polvo y unámonoslas a la Madre Naturaleza en la certeza de la Resurrección en Cristo, ¿qué mejor que arrojarlas al Río de la Plata?

Años de navegación y años de pertenecer a un tradicional club náutico, hicieron de mí el perfecto candidato para la tarea decidida. "¿Vos podés tirar las cenizas de la Mammina río adentro, no?", me preguntó por teléfono mi vieja.
Claro que podía y así fué que pedí una lancha en el Club para acometer la delicada misión.
Voy a casa de mis viejos a buscar las cenizas y me encuentro con una, hermosa y voluminosa, urna de madera con chapa identificatoria del deudo. Grande, pesada. Allá fuimos, la urna y yo, el día acordado, al Club.

En un gomón salimos al río hasta el km 2 o 3, fuera del canal, en aguas limpias, relativamente limpias, porque frente a Buenos Aires, ¿qué aguas pueden ser limpias? De todos modos, mi abuela no iba a padecer la contaminación imperante en el Río de la Plata.

Como siempre, en mayo, pese al otoñal casi veraniego día, la brisa, aguas afuera, era más intensa y fresquita de lo que se percibe en tierra. Salpicaba y estaba más fresco de lo pensado.
"¿Tà bien por acá, Don Pancho?" preguntó el marinero que tan amablemente me acompañaba a esta infausta tarea. "Dale un poquito más", con cierto resquemor y suposición de necesidad que un poco más lejos sería mas adecuado. Algunos minutos más a ruido de motor fuera de borda hasta que llegamos a un lugar considerado apto.

Recé para mí, una oración encomendándole las cenizas al Señor y al Río. Arrojé con decisión la urna al agua. Mi oración no debe haber sido muy entusiasta porque, ni el Señor, ni el Río se hicieron cargo de las cenizas de la abuela
La urna, lanzada con ímpetu, flotaba, lo más chota, en las amarronadas aguas del Río de la Plata, reflejándose el sol en la chapita de bronce identificatoria, ya que la hermeticidad de la caja no permitía su hundimiento.
Sin ningún cambio perceptible, mientras nos manteníamos navegando cerquita de la urna para ver cuando carajo se hundía, mi abuela seguía incólume, pese a ser ceniza, aferrada a quedarse en este mundo, como lo hizo hasta los 96 años.

Así era, la puta urna, hermética y con reserva de flotabilidad, seguía ahí, flotando. Ahora, ¿qué mierda hago?
"Acercate", le digo al marinero, ¿Tenés un destornillador? Por suerte lo tenía. Cazo la urna, la meto arriba del gomón, y, por supuesto con un destornillador absolutamente inapropiado, abro un poco la tapa para que entre agua y, lógicamente, se hunda.
Logrado que hube, extraer un poco la tapa, hundo con mis dos manitas la urna en el agua, sin largarla, esperando que no largue burbuja alguna, signo inequívoco de que el agua desplazó al, en este caso, inadecuado aire.
Verificado tal hecho, suelto a la bellaca urna con el fin de no verla nunca más.
Así fue como comprobé que el peso específico de las cenizas es menor a uno. Ergo, la puta urna, seguía flotando.
Ya con frío, con poca paciencia, (de siempre ésto y, todo mi cabronaje, que algunos achacan a mi pertenencia al signo de Escorpio y otros a que soy cabrón, nomás, sin transferir culpas, ni razones), buscaba un hacha para reventar a esa urna hija de puta y sus cenizas que seguían flotando.

Sin intención de emular a una emblemática escena del cine mundial como es la del esparcimiento de las cenizas de "El gran Lebowski", buscaba afanosamente algo con que cortar el muy resistente plástico que contenía las cenizas de mi querida, y aferrada a este mundo, abuela.
A falta de cuchillo, buenos son destornilladores y, al mejor estilo, clavé innumerables veces, en mi desesperación, la bolsa maldita hasta abrir una gran abertura.
Así fue como poniéndome a sotavento y con la bolsa agarrada de la punta, siempre bajo la superficie, las cenizas de mi abuela se dispersaron en las aguas del Río de la Plata. Gracias a Dios: misión cumplida.

Años después, fallece mi suegro. Hombre por demás considerado, no jodió en vida, mucho menos muerto. En fin, una línea de conducta más allá de esta vida.
Claro, dijo, "a mi al horno y las cenizas al río, ¿si? Don´t worry, tu voluntad será cumplida.

Cuando le llegó su hora de encontrarse con el Señor, como mi cuñado es médico y se encargó prácticamente de todo en la convalecencia e internación de su padre, me encargué del resto de los trámites junto con mi cuñada, la menor.

Así fue, que en esa noche de Junio, los dos fuimos a la cochería a disponer lo necesario para la cremación.Luego de los trámites de rigor pasamos a la elección de, justamente, la urna. Consciente de la clara consigna, empieza la exhibición del siniestro catálogo, como si unas vez finados nos fuéramos a dar cuenta de donde estamos metidos.
Allí fue que empezamos a ver, una selecta muestra de urnas, de madera, grandes, del mismo tipo que la de mi abuela. Terror, dos veces la misma joda, no. ¿Ésta? No, ésa no. Buscamos algo... más... ¿elegante? No, para nada. Claro, si sos vendedor querés ofrecer lo premium, lo selecto, más en un momento como este de gran pérdida que se supone que estás con las defensas bajas. Dale que te va con las urnas de madera, hasta que en mi desesperación veo algo parecido a una urna funeraria de un material calcáreo, casi, símil piedra, tirado abajo de algún estante ocupado por un cajón. "Esa, esa de ahí, ¿es una urna?. "¿Ésta? Mitad tono de sorpresa, mitad de desprecio. "Sí, esa, ¿la puedo levantar? Así con esfuerzo y, satisfecho por su pronunciado peso, le contesté sin dudar. "Si, ésta."

Así fue que mi cuñado, cuando llevamos las cenizas al río me dijo: "¿Sabés? Apenas entré con las manos al agua, se fué enseguida al fondo, sin esfuerzo".

Si eso no es capitalizar experiencia, no sé que es.

sábado, 19 de junio de 2010

LLegada

"Las promesas se cumplen", dijo el invierno, mientras el otoño se despedía dejándole la casa a su gusto, ya ambientada con una fría y nubosa mañana de viento en Buenos Aires. "Si él va a estar los próximos tres meses, ¿por qué no dejarle todo en sintonía? ¿Qué mejor recepción puedo darle?"
El invierno, agradecido con el otoño, pensó que un frío y cristalino cielo sería un buen inicio y puso manos a la obra.

Erguido, el Señor Invierno oteó el horizonte para ver quienes de sus colaboradores estaba presto a ayudarlo.
Así fue, que vió a sus nubes grises alejándose hacia el Noreste, anunciando su arribo. Más hacia el sudoeste se advertía la presencia de un solícito frente frío que empujado por el también frío y seco viento, anunciaba su franca estadía con nubes blancas y algunas grises, para que los matices nos deslumbraran a los pobres mortales.
Obviemos la lluvia que para un arribo a la zona, no genera simpatías.
De ese modo, nuevamente los hombres encargados de interpretar signos y gestos de alguna de las cuatro estaciones, fallaron en su pronóstico.


viernes, 11 de junio de 2010

Viaje al Centro

Miércoles por la mañana, ni lunes, ni viernes, miércoles. Ese punto medio donde la semana ni pasó, ni empieza. Ahí colocado en el medio del yugo. Yugo propio, que te lleva en tren hacia el centro de Buenos Aires, difícil de entender eso de trabajar en el centro cuando a esta altura de la vida podés trabajar en cualquier lado. Atavismos, costumbres, equidad -ya que a todos les rompe las pelotas ir al Centro-, no lo sé. Allá vamos.
Tren y subte, más agradables que colectivo, medio que te lleva, colgando como media res ya que la altura promedio del habitante de Buenos Aires no es la misma que la del sueco que debe haber diseñado los pasamanos a casi 2 mts de altura. Frenadas, aceleradas dignas de una picada en Yeyo 4 4 por Figueroa alcorta, hace ya 40 años.
Una desgracia, esos enormes bichos que llevan a 4 locos sentados y al resto, listos para el brete zarandeados de un lado a otro doblegados por la desidia de choferes propios y ajenos a nuestro casual vehículo de transporte.
Mejor opción: el tren.
Tarde, salgo tarde para viajar cómodo, odio las multitudes apiñadas y pegajosas, amargas por esa prístina conciencia de que Dios nos prueba con el don del trabajo. "¡Qué don del trabajo, ni ocho cuartos", gritó un vago memorioso y empedernido. "Que la donación sea un sueldo, pero sin laburar, ¿eh?"
Allá vamos, emprendiendo en un día frío, muy frío, el breve trayecto hasta la estación. Cruzar las vías, pispear el andén y ... cagamos demasiada gente, puta madre. "Señores pasajeros, TBA informa..." No cagamos, recagamos, ¡me cago en Ceuta!. No es justo, pienso, si, pienso mientras cruzo la vía.
Ahí estamos las caras de muchas mañanas, esas mismas que son de distintos horarios y habitualmente no coinciden, reunidas gracias a las fallas de esos trenes que no son lo suficientemente nobles y resistentes como para bancarse 15 años sin mantenimiento y con escasas reparaciones. Mejor los trenes japoneses que se bancaron 40 años, no 12 sin que nadie les ajuste un miserable tornillo
Al rato, entre caras resignadas, otras disgustadas y otras francamente puteando, nos aprestamos a abordar el medio en cuestión.
¡Qué abordar, papá, si parece un semi con vacas destinado a Liniers!
Dejalo pasar, ya viene el otro. Se ven las luces del tren saliendo de la otra estación. Ahí llega de a poco, se lo ve pesado en su traquetear por las desparejas vías. Cargado, muy cargado llega al andén. Baja mucha gente, por suerte, subimos, unos cuantos, apretados, bien apretados con frío afuera, bien abrigados y con mochilas para afrontar el largo día en la ciudad donde cada uno desarrolla más actividades de lo que quisiera.
Nos acomodamos, nos ajustamos y establecemos para emprender el tramo hasta la próxima estación.
Todo parece bien establecido dentro de los límites aceptables de incomodidad y convivencia íntima a la que nos obliga el tren.
Te empezás a relajar un poco cuando llegás a la siguiente parada, se abren las puertas con dificultad. Se ve mucha gente en el andén, nadie baja, todos suben. No podés creer que estés tan apretado, nada puede faltar para que la situación sea más incómoda, haciendo equilibrio en las aceleraciones y frenadas del tren, mientras un desubicado sentado en el piso frente a la puerta, que no está del lado del andén, persiste impávido frente al riesgo de que le pisen las bolas sin escape, inmutable con la expresión perdida de encontrarse en una realidad virtual adquirida a través de un MP3.
¿Qué más se puede sumar a esta situación? ¿Puede haber algo más? Imposible, pienso con resignación en las maravillas del teletrabajo factible a la tecnología que podría estar aprovechando, pero que muchos atados a atávicos conceptos no quieren desarrollar.
Nada ni nadie puede sumarse a este apriete ferroviario cotidiano.
Hasta que te das cuenta que se oye una fraccionada melodía de una armónica que milagrosamente se acerca. Irregularmente en su ritmmo pero constante en su acercamiento
Caras de resignación ante la discapacidad visual y la capacidad motriz de avanzar en este manojo de cuerpos entrelazados.
El mendigo ciego avanza al compás de su música y de las sordas interjecciones y caras de circunstancia de los presionados pasajeros.
¿Esta es Nuñez, no? Acierta, y en Belgrano se baja.


jueves, 11 de marzo de 2010

No hay peor ciego que el no quiere ver y además es sordo

Me admira la condición humana detrás del volante. Hay reacciones que considero inexplicables por más argentino bien crecidito que soy.

Describo:
Vicente López,Melo y Segurola.
Después de 15 de años de promesas o amenazas, según la opinión que merezca la obra, empiezan las obras para un túnel bajo las vías del ramal Tigre del viejo FF.CC Bme. Mitre.
Podremos no coincidir con algunos métodos y la falta de recambio en la intendencia de este partido, pero no podemos negar que es de los más prolijos por la zona.

Desde Maipú hasta Segurola, numerosos carteles, grandes, de fondo de color naranja y letras negras anuncian la clausura del paso a nivel de la calle Melo. Algunos indican los desvíos posibles.

En la esquina mencionada, propiamente dicha hay dos vallas de hormigón armado pintadas con rayas diagonales rojas y blancas, combinación considerada la de mayor percepción visual junto a un cartel que indica que la calle está cerrada con signo y con leyenda...
¿Me pueden decir porque carajo gente con coches nuevos, nacionales, importados, alta y media gama, pasaban haciendo zig zag entre las vallas para encontrarse en la otra esquina, no con dos vallas sino con tres vallas igualitas en tamaño, estructura, peso y pintado en diagonal de rojo y blanco cruzando la calle de vereda a vereda impidiendo el paso?

Más aún les avisábamos verbal y gestualmente, y más rápido picaban.
¿Se podrá ser tan pelotudo, irrespetuoso, egocéntrico, omnipotente y en el fondo tan, pero, tan boludo?

No se rompan la cabeza,ya lo sé, clarísimo lo sé. Sí, sin dudas se puede ser así.

Mi suegro decía que este país, en 200 años, no se arreglaba, inevitablemente yo le respondía que era un optimista.

La gente no lee. Eso está claro, pero pensé que eran textos lo que no quería leer, ¿pero los carteles de señalización vial?
En el campo, muchas veces sirven de blanco de algún tirador furtivo, ¿pero que mierda van a ser en la ciudad? ¿Publicidad?
Hermano, si no lees los carteles, por el chapista dejarás tus billetes. En el mejor de los casos, de los otros no hay que ser muy perspicaz para pensar las consecuencias de chocar de frente contra un muro de hormigón armado.

Disculpen esta seria transgresión, pero no quería que se extraviase por ahi sino por aquí.

A veces me pongo serio

Soy ambicioso, quiero tres hiladas
Si, soy ambicioso, quiero tres hiladas de ladrillos de las que hizo el que estuvo antes que yo. Quiero arrancar con la cuarta hilada, no con la primera, por destruir completamente, lo que mal o bien, haya construido mi antecesor, por el solo hecho de que no la hice yo.
Tanta ambición tengo, que espero haberlo ayudado para que esas tres hiladas saliesen mas o menos derechas, porque desde otra perspectiva, desde otra posición, pude marcarle variaciones posibles, las hayamos discutido y las hayamos consensuado para que así sirviesen para el futuro.

Ya que estoy ambicioso, ¿saben qué quisiera?, que si cambiáramos de roles, preparar la mezcla, conseguir más ladrillos, poner el lomo y juntos, si juntos, con sus observaciones, sus avisos y nuestras discusiones pudiéramos armar, en algún momento, un andamio para hacer la decimo quinta, la vigésima, la cuadragésima hilada y que lo que construyamos sea alto, sea firme, aunque para llegar a armar esa hilada, hayamos cambiado de roles algunas veces, pero con un mismo destino común, beneficioso para todos. Dándonos la mano en el relevo para poder subir al andamio y seguir con la tarea que a todos nos beneficiará.
No quiero seguir sintiéndome habitante de la Torre de Babel, donde nadie se entiende.

No quiero ver más demoliciones de tabula rasa, quiero ver adaptación al escenario, amor al prójimo y disminución de las ambiciones personales por la búsqueda y la acción en beneficio del bien común, trabajando juntos, sin falsos conflictos.

Tan ambicioso soy que creo que puede ser posible.

Está bien, no digan nada, sigo leyendo mi libro de cabecera: Utopía de Santo Tomás Moro.

jueves, 11 de febrero de 2010

Versos para un buen cuchillo de campo

Apenas se asomó
con semejante cuchillo,
el vacío claudicó,
y si algo de resistencia tenía,
en ese momento la perdió.

"Pa' que voy a pelear,
si a ese filo no le gano,
aunque malo fuese el asador
me va a cortar hasta con desgano.
Mejor que no se canse la mano
que adentro me encargo yo."

Al verse en el brete
prefirió ir acompañado,
y el chimichurri en un bocado
al triunfante asador,
al baño lo llevó.

Llamas, explosiones e interjecciones
cumplieron su cometido
y lo que quedaba de vacío,
de orgullo se llenó.

Si no es culpa de la vaca,
ni siquiera del carnicero,
habrá sido el especiero
que con picante se entusiasmó.

Así supo el asador
el valor de un bidet
y antes de agregarle a la vaca
lo que otro preparó,
primero por el baño pasa
no sea cosa que a falta de bidet,
bueno sea un sifón.

martes, 9 de febrero de 2010

Payada

En Facebook, en el muro de un brillante compañero camionero del mar, dos desconocidos, a payar se pusieron.
la frase original de Eduardo Vasile, en este caso el anfitrión, decía:
Eduardo Vasile

Me comí un asado en el muelle de Zarate. Estuvo bueno. No es como el de "La guapa", pero valió la pena.
Mi pregunta fue:

El asado se comió, y luego ¿se digirió? ¿Cómo anda el degradador de alcohol? ¿Se sobrevive?

y la respuesta de Eduardo Carlos Cuesta

Todo con moderación,
que no vale el intento de terminar más contento.
Que por lo que no nos brinda la ocasión,
no nos justifica perder la razón.

Pancho Elizalde

El tropezón, vino luego,
entre tintos y rojas carnes,
no sea cosa que al asomarme,
para el agua caiga yo,
que es mejor un tropezon
que un buche de agua marrón.

Al tranco educadito,
subió la planchada agarradito,
firme la cabeza y duro el torso,
que en la cabeza había un corso
a todo tambor.
Carnaval parecía ser,
pero el tanto beber,
al hombre,lo confundió.

De guapo, al camarote llegó,
ya puteando la resaca
por esa maldita tranca
que sin querer queriendo,
se la ganó.

Un triunfo por la mañana,
llegar al baño fue.
¿Cómo es que gira tanto el agua,
si el botón no apreté?
Ni hablar del café,
que me predice desgracias,
no sea cosa que otra vez,
arme el equipo al revés,
que nunca me hace gracia.

Y esta la historia que surge,
de un inocente asado
que en los pagos de Zárate pasó,
que de una simple mención,
se armo un guión.
No hay como hacerse la película,
para aprovechar la ocasión.

Disculpe, Don Eduardo,
de tan audaz atrevimiento,
que en su muro escribimos
como si nuestro hubiera sido,
no crea que le miento,
pero en buen lugar está.
Espero que al grafitti,
no lo vaya a borrar
que aunque la muralla,
la china, ésta no sea,
de tan largo recordar, no va a tenerle
nada que envidiar.
Es un placer compartir
este rato de escribir,
en tan amable lugar.