Why worry?
There are two things to worry about:
Either you are well or you are sick.
If you are well, then there is nothing to worry about.
But if you are sick, there are two things to worry about;
Either you will get well, or you will die.
If you get well, there is nothing to worry about.
If you die, there are only two things to worry about;
Either yo will go to Heaven or Hell.
If you go to Heaven, there is nothing to worry about.
But if you go to Hell, you'll be so busy shaking hands with friends,
You won't have time to worry.
domingo, 22 de enero de 2012
El Turco
Algunos de Uds., lectores, sabrán que he sido Marino Mercante hace ya más tiempo del que quisiera recordar.
En esos avatares de la vida, haciendo mi pilotinaje, (práctica profesional previa a la obtención del título), consigo desembarcarme de una petrolera, donde hacía cabotaje con una intensidad de trabajo rayana a cero en lo concerniente a radiocomunicaciones.
La "gloria" era ir a ELMA, naviera estatal, cuyos buques surcaban los 7 mares, los 3 océanos y los 5 continentes. ELMA, en ese entonces con 60 buques navegando, tenía una estación de radio propia para sus comunicaciones worldwide que manejaba más tráfico radioeléctrico que todo el resto de las navieras por Pacheco Radio, la estación costera argentina del Estado, no había privadas en ese momento.
Era la cocina donde trabajaban nuestros profesores de la Escuela de Náutica y donde el pilotinaje te rendía porque después "había que salir solo".
Esto viene al caso, porque no era solamente por turismo que quería ir a laburar a Mamá ELMA.
La evolución del transporte marítimo y sobre todos los costos, hacían que algunos puestos a bordo fueran desapareciendo. El primer cargo o especialidad de a bordo de oficiales que empezó a desaparecer fue el de los Comisarios Navales.
El Comisario Naval era el encargado a bordo de todos los trámites con las autoridades portuarias, de la habitabilidad, de "pagar la divisa" (los viáticos en moneda extranjera y que era la mitad de nuiestro ingresos), de que morfáramos decentemente, que consiguiéramos por entrepot los elementos deseados, fasos, alcohol, perfumes, etc sin pago de impuestos, que los camarotes, cámara, cocina y pasillos estuviesen limpios, etc.
En los buques de pasaje, eran los encargados de supervisar y llevar adelante la atención al cliente, al pasajero. Esto viene al caso, en este momento del hundimiento del Costa Concordia, ya que uno de los oficiales que se dedicó con ahínco a salvar pasajeros fue el Jefe de Comisaría del buque hasta que un mueble le partió una pierna y lo rescataron al día siguiente.
Como en los armadores privados argentinos no había buques de pasaje, de donde volaron primero los Comisarios fue de las privadas. Solo las armadoras estatales, ELMA, YPF y Transportes Navales, los siguieron manteniendo hasta que llegó el Turco riojano con el Mingo y destruyeron todo lo que pudieron.
Hete aquí, que me toca embarcar en un buque a la línea Mediterráneo.La gloria de las glorias. No solo ELMA, si no que MEDITERRANEO, España, la amada Italia, Malta, Israel...en fin una maravilla.
Ahí fue donde lo conocí al Turco. Pato Vica,de los dendeveras de los años 50 del siglo pasado, tenía un historial de navegación en buques fluviales y de pasaje, de la época en la que existían.
Desbolado, poniendo cara de malo en algún momento de la navegación el Turco era o es absolutamente querible. Hace 30 años que no sé nada de él, no sé si está vivo o muerto pero siempre lo recuerdo con cariño y alegría.
Algunas anécdotas del Turco:
Hombre de buen trago, como bien definió un oficial de otro buque. "¿Ah, si? comentamos como si fuera con desconocimiento, "Si, si. Se sirve el whisky como vino blanco, en vaso alto, y se lo chupa como vino blanco. De una."
El Turco guardaba su provisión de auténtico scotch en un mini pañol que tenía al lado de la Comisaría. Su marca de dotación era "Black and White" en cuya etiqueta se encuentran dos terriers, uno blanco de West Highland y uno negro de Escocia. Dos perritos.
Cada vez que abría el Turco el pañol para manotear algo, si alguno de los oficiales lo veía empezaba a ladrar y le decía: "Turco, cuidado Turco, se te escapan los perritos"
El Turco se daba vuelta, te miraba y te decía socarronamente: "Compren del bueno, ratones".
El drama para el Turco era la llegada a Buenos Aires donde tenía que entregar toda la documentación que debería haber completado durante el viaje. Dije bien, debería haber completado.
El Turco tenía agarrado a los violines de la biblioteca (Listones de madera que se colocan para que en el movimiento del buque las carpetas y libros no se caigan) y a un mamparo de la Comisaría (oficina), manitos metálicas, fuertes, para agarrar papeles. Una al lado de la otra.
Durante el viaje, las manitos se iban completando y llenando con algún orden, que para mi fue siempre desconocido.
El caso era que al llegar el buque a Buenos Aires, en el muelle había siempre tres señores, con grandes portafolios de funcionarios. Con decisión e ímpetu, apenas afirmaban la planchada y antes que pusieran la red de seguridad, subían estos tres señores, antes que nadie, entre la infinita cantidad de gente que subía a un buque cuando llegaba a puerto. En realidad, estos tres señores no eran funcionarios, ni autoridades portuarias. Eran tres gomías del Turco, comisarios ya jubilados, que venían a hacer la documentación para la Empresa que el Turco tendría que haber realizado durante el viaje.
El Turco en su camarote, que era grande, poseía una mesa redonda y varias sillas. Ahí se acomodaban los susodichos colegas y empezaban la magna tarea de reconstruir la documentación, registros y lo que fuese del viaje en cuestión. Ya sabían como era el orden de los papeles y se ponían a laburar,sin parar, solo para ir a apoliyar a sus casas, unos dos o tres días hasta que dejaban todo listo. El Turco se preocupaba de que morfasen y chupasen bien, pagaba en especies el trabajo profesional y los comisarios chochos porque disfrutaban de la vida a bordo que ya no podían realizar por estar jubilados.
Otra:
En una de esas noches de navegación franca, en las que los jóvenes escuchábamos a los navegantes veteranos, el Turco empezó a contar una historia de su navegación por el río.
Navegar por el Paraná, como en todo gran río, es muy especial porque el paisaje es muy agradable y cambia continuamente. También tenían la posibilidad de hacer paradas y aprovisionarse de ciertos elementos especiales, lechones, corderos, miel y de otro tipo de menester para sobrellevar la carga de la dura vida a bordo
Estaba el Turco volviendo aguas abajo hacia Buenos Aires, el Comisario también tenía custodia sobre el correo. Viene uno de los tripulantes a su cargo y le dice: "Jefe, ¡qué ganas de comer pavo!" El Turco lo mira y le dice:¿Qué te pasa, pelotudo? ¿De dónde mierda vamos a conseguir un pavo? El otro lo mira con aire de suficiencia y le contesta: "En el correo hay uno, . "Dejate de joder" contesta el Turco y ¿después como hacemos? En lo de Fulano, a unos días de navegación, siempre tiene., Nos comemos éste y después lo reemplazamos, pavo por pavo y listo". La tentación era fuerte,comer pavita no era cosa habitual y buehh...
Llegados que hubieron al acuerdo, gran festín con el pavo como plato principal.
Arribados al lugar señalado, compraron el pavo y a la jaula.
Llegan a Buenos Aires,se entrega el correo, en este caso la retira el propietario.
Buscan la jaula, con el pavo de reemplazo, el dueño la mira y dice:
-"Este no es mi pavo."
- ¿Cómo que no es su pavo? Este es el animal que Ud. envió.
-Noooo, ¡que va a ser!. Este es un pavo de mierda y el mío es para exponer en la Rural!.
¡Qué lo parió!, nos contaba el Turco, ¡qué rico que estaba el Gran Campeón!
Si la llegada a Buenos Aires era para el Turco un drama, no hablemos de lo que significaba la licencia, ya que no tenía forma de reponer su bien amado B&W.
El Turco tenía la calle que muchos hubiéramos querido tener, ocurrente y creativo para ciertos temas, aquí un ejemplo de su creatividad.
En uno de los viajes, ya camino de regreso a Buenos Aires, caminando en el puente de señales, lo veo al Turco con dos bidoncitos de plástico de 4 litros, vacíos. Busca una driza a sotavento, ata los dos bidones, los iza y los deja cerca de la chimenea.
"Turco, ¿qué mierda estás haciendo?"
- Me quedo de licencia, si tengo que bajar el whisky en las cajas es un kilombo con la aduana, con la prefectura, con todos.
- ¿Entonces?
- Ensucio los bidones para que parezcan viejos, trasvaso las botellas a los bidones y me llevo un bidón por día en el baúl del coche como si fuera para el auto y zafo toda la licencia. Qué me importan las botellas si me lo voy a chupar todo yo".
Por supuesto que el Comisario que lo relevaba debía comprarle dos o tres cajas de B&W en Génova, (Corsiglia era el proveedor), para el viaje de subida que empezaba luego el Turco.
En esos avatares de la vida, haciendo mi pilotinaje, (práctica profesional previa a la obtención del título), consigo desembarcarme de una petrolera, donde hacía cabotaje con una intensidad de trabajo rayana a cero en lo concerniente a radiocomunicaciones.
La "gloria" era ir a ELMA, naviera estatal, cuyos buques surcaban los 7 mares, los 3 océanos y los 5 continentes. ELMA, en ese entonces con 60 buques navegando, tenía una estación de radio propia para sus comunicaciones worldwide que manejaba más tráfico radioeléctrico que todo el resto de las navieras por Pacheco Radio, la estación costera argentina del Estado, no había privadas en ese momento.
Era la cocina donde trabajaban nuestros profesores de la Escuela de Náutica y donde el pilotinaje te rendía porque después "había que salir solo".
Esto viene al caso, porque no era solamente por turismo que quería ir a laburar a Mamá ELMA.
La evolución del transporte marítimo y sobre todos los costos, hacían que algunos puestos a bordo fueran desapareciendo. El primer cargo o especialidad de a bordo de oficiales que empezó a desaparecer fue el de los Comisarios Navales.
El Comisario Naval era el encargado a bordo de todos los trámites con las autoridades portuarias, de la habitabilidad, de "pagar la divisa" (los viáticos en moneda extranjera y que era la mitad de nuiestro ingresos), de que morfáramos decentemente, que consiguiéramos por entrepot los elementos deseados, fasos, alcohol, perfumes, etc sin pago de impuestos, que los camarotes, cámara, cocina y pasillos estuviesen limpios, etc.
En los buques de pasaje, eran los encargados de supervisar y llevar adelante la atención al cliente, al pasajero. Esto viene al caso, en este momento del hundimiento del Costa Concordia, ya que uno de los oficiales que se dedicó con ahínco a salvar pasajeros fue el Jefe de Comisaría del buque hasta que un mueble le partió una pierna y lo rescataron al día siguiente.
Como en los armadores privados argentinos no había buques de pasaje, de donde volaron primero los Comisarios fue de las privadas. Solo las armadoras estatales, ELMA, YPF y Transportes Navales, los siguieron manteniendo hasta que llegó el Turco riojano con el Mingo y destruyeron todo lo que pudieron.
Hete aquí, que me toca embarcar en un buque a la línea Mediterráneo.La gloria de las glorias. No solo ELMA, si no que MEDITERRANEO, España, la amada Italia, Malta, Israel...en fin una maravilla.
Ahí fue donde lo conocí al Turco. Pato Vica,de los dendeveras de los años 50 del siglo pasado, tenía un historial de navegación en buques fluviales y de pasaje, de la época en la que existían.
Desbolado, poniendo cara de malo en algún momento de la navegación el Turco era o es absolutamente querible. Hace 30 años que no sé nada de él, no sé si está vivo o muerto pero siempre lo recuerdo con cariño y alegría.
Algunas anécdotas del Turco:
Hombre de buen trago, como bien definió un oficial de otro buque. "¿Ah, si? comentamos como si fuera con desconocimiento, "Si, si. Se sirve el whisky como vino blanco, en vaso alto, y se lo chupa como vino blanco. De una."
El Turco guardaba su provisión de auténtico scotch en un mini pañol que tenía al lado de la Comisaría. Su marca de dotación era "Black and White" en cuya etiqueta se encuentran dos terriers, uno blanco de West Highland y uno negro de Escocia. Dos perritos.
Cada vez que abría el Turco el pañol para manotear algo, si alguno de los oficiales lo veía empezaba a ladrar y le decía: "Turco, cuidado Turco, se te escapan los perritos"
El Turco se daba vuelta, te miraba y te decía socarronamente: "Compren del bueno, ratones".
El drama para el Turco era la llegada a Buenos Aires donde tenía que entregar toda la documentación que debería haber completado durante el viaje. Dije bien, debería haber completado.
El Turco tenía agarrado a los violines de la biblioteca (Listones de madera que se colocan para que en el movimiento del buque las carpetas y libros no se caigan) y a un mamparo de la Comisaría (oficina), manitos metálicas, fuertes, para agarrar papeles. Una al lado de la otra.
Durante el viaje, las manitos se iban completando y llenando con algún orden, que para mi fue siempre desconocido.
El caso era que al llegar el buque a Buenos Aires, en el muelle había siempre tres señores, con grandes portafolios de funcionarios. Con decisión e ímpetu, apenas afirmaban la planchada y antes que pusieran la red de seguridad, subían estos tres señores, antes que nadie, entre la infinita cantidad de gente que subía a un buque cuando llegaba a puerto. En realidad, estos tres señores no eran funcionarios, ni autoridades portuarias. Eran tres gomías del Turco, comisarios ya jubilados, que venían a hacer la documentación para la Empresa que el Turco tendría que haber realizado durante el viaje.
El Turco en su camarote, que era grande, poseía una mesa redonda y varias sillas. Ahí se acomodaban los susodichos colegas y empezaban la magna tarea de reconstruir la documentación, registros y lo que fuese del viaje en cuestión. Ya sabían como era el orden de los papeles y se ponían a laburar,sin parar, solo para ir a apoliyar a sus casas, unos dos o tres días hasta que dejaban todo listo. El Turco se preocupaba de que morfasen y chupasen bien, pagaba en especies el trabajo profesional y los comisarios chochos porque disfrutaban de la vida a bordo que ya no podían realizar por estar jubilados.
Otra:
En una de esas noches de navegación franca, en las que los jóvenes escuchábamos a los navegantes veteranos, el Turco empezó a contar una historia de su navegación por el río.
Navegar por el Paraná, como en todo gran río, es muy especial porque el paisaje es muy agradable y cambia continuamente. También tenían la posibilidad de hacer paradas y aprovisionarse de ciertos elementos especiales, lechones, corderos, miel y de otro tipo de menester para sobrellevar la carga de la dura vida a bordo
Estaba el Turco volviendo aguas abajo hacia Buenos Aires, el Comisario también tenía custodia sobre el correo. Viene uno de los tripulantes a su cargo y le dice: "Jefe, ¡qué ganas de comer pavo!" El Turco lo mira y le dice:¿Qué te pasa, pelotudo? ¿De dónde mierda vamos a conseguir un pavo? El otro lo mira con aire de suficiencia y le contesta: "En el correo hay uno, . "Dejate de joder" contesta el Turco y ¿después como hacemos? En lo de Fulano, a unos días de navegación, siempre tiene., Nos comemos éste y después lo reemplazamos, pavo por pavo y listo". La tentación era fuerte,comer pavita no era cosa habitual y buehh...
Llegados que hubieron al acuerdo, gran festín con el pavo como plato principal.
Arribados al lugar señalado, compraron el pavo y a la jaula.
Llegan a Buenos Aires,se entrega el correo, en este caso la retira el propietario.
Buscan la jaula, con el pavo de reemplazo, el dueño la mira y dice:
-"Este no es mi pavo."
- ¿Cómo que no es su pavo? Este es el animal que Ud. envió.
-Noooo, ¡que va a ser!. Este es un pavo de mierda y el mío es para exponer en la Rural!.
¡Qué lo parió!, nos contaba el Turco, ¡qué rico que estaba el Gran Campeón!
Si la llegada a Buenos Aires era para el Turco un drama, no hablemos de lo que significaba la licencia, ya que no tenía forma de reponer su bien amado B&W.
El Turco tenía la calle que muchos hubiéramos querido tener, ocurrente y creativo para ciertos temas, aquí un ejemplo de su creatividad.
En uno de los viajes, ya camino de regreso a Buenos Aires, caminando en el puente de señales, lo veo al Turco con dos bidoncitos de plástico de 4 litros, vacíos. Busca una driza a sotavento, ata los dos bidones, los iza y los deja cerca de la chimenea.
"Turco, ¿qué mierda estás haciendo?"
- Me quedo de licencia, si tengo que bajar el whisky en las cajas es un kilombo con la aduana, con la prefectura, con todos.
- ¿Entonces?
- Ensucio los bidones para que parezcan viejos, trasvaso las botellas a los bidones y me llevo un bidón por día en el baúl del coche como si fuera para el auto y zafo toda la licencia. Qué me importan las botellas si me lo voy a chupar todo yo".
Por supuesto que el Comisario que lo relevaba debía comprarle dos o tres cajas de B&W en Génova, (Corsiglia era el proveedor), para el viaje de subida que empezaba luego el Turco.
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