sábado, 5 de febrero de 2022

Carta a Juan Terranova

 

Una llamada perdida por What’s app pero con una selfie de alguien que podría ser conocido o lo parecía, al menos.


“Tengo una llamada perdida tuya pero no sé quien sos y si necesitabas algo. Gracias.”



Así empezó esta historia, que no sé si será breve o prolongada.

Chateamos, intercambiamos frases y entre todo eso, resultó que querías hablar de las cartas de Malvinas, ya que Santiago, un hermano mayor Mercante de la turba, el miedo y la resiliencia me había nombrado por algo, que yo jamás hubiese recordado.


Las cartas de Malvinas, ¿cuáles? ¿las que nunca recibí? ¿las que no sentí necesidad de escribir porque no tenía oportunidad de enviar?


Mentira, una carta escribí para mis padres que recibí en Buenos Aires, tiempo después de haber llegado desde las Islas.


Sé que hace poco la vi pero no tengo idea donde y en el caos generalizado que tengo en mis cosas, que no frecuento habitualmente, pese a buscarla, no la encuentro.


Por lo poco que recuerdo, era una de esas cartas neutras, donde quien escribe evita sutilmente de no expresar lo que siente y vive para no perturbar al receptor de dicha misiva.

Creo que ellos nunca la leyeron, quizás porque me la quedé y la guardé. Tampoco supieron que hubiese llegado. Tampoco creo que les interesase, ya que yo, ya estaba en casa.


Es muy raro, hijo único, pero no de aquellos idolatrados, si no muchas veces vilipendiado. Circunstancias de la vida que nos ha tocado vivir, muchas veces sufrir.


El caso es que las cartas para un marino mercante tenían, tienen un significado especial, ya que no existía en esa época la instanteneidad, en cualquier momento, salvo por la consideración de los tiempos de descanso ajenos, que el Zoom, el Meet, el WhatsApp o la app que mierda fuese, que te permite comunicarte de una punta a otra del globo, sin costos y a nuestra propia y entera voluntad.


La carta es una expresión literaria que en siglos nos unió y que se fue disipando frente a la IT y su inmediatez.

En la carta de un mercante, escrita entre puerto y puerto, con la ansiosa esperanza de recibir una respuesta desde nuestra pareja, tenía el relato de lo que sucedía a bordo y de muchas reflexiones de eso y de lo que atrás habíamos dejado al zarpar.

Zarpar que permitía una vida extraña para el resto de los terrestres, que nos permitió vivir muy bien, económicamente, y que también permitió compartir con la familia destinos exóticos, en aquella época, los 80 y los 90 del siglo 20, que ahora son alcanzables, con mayor o menor facilidad, acorde a los vaivenes de nuestra economía y las malas decisiones de nuestros dirigentes.


“Estimado señor Elizalde, mi nombre es Juan Terranova. Trabajo en el Museo Malvinas. ¿Lo podría llamar mañana a la mañana? Prometo no robarle mucho tiempo. Gracias. Es un honor saludarlo para mi.”


Sonaron todas las alarmas que se pudiesen encender. No sos vos, soy yo.

Tiempo es lo que me sobra, viudo y jubilado.

Yo SOY Pancho Elizalde. Si alguien dice Francisco, me doy vuelta para ver si Bergoglio está por acá cerca.

Laboralmente, socialmente, siempre soy Pancho Elizalde, en ámbitos formales e informales, por supuesto, también.

¿Un honor saludarme? ¿Qué tomó este muchacho en el desayuno?


Qu no se malinterprete lo que escribo, que es lo que digo habitualmente. Me tocó una circunstancia no deseada, pero no rechazada. Aceptada con el fin de dar lo mejor de mi, como en cualquier otra circunstancia de mi vida. Hice lo mejor que pude, mal o bien.

¿Deseada?, no para nada, no me gusta meterme en quilombos, mucho menos organizados por otros, pero jamás dejaré de cumplir los juramentos, promesas o afirmaciones que he hecho. Nadie podrá decirme que lo dejé en la estacada y, si recibió una respuesta contraria a la esperada, siempre hubo un fundamento.


“¿Juráis defender la Patria hasta perder la vida?”

“Si, juro”


Ese juramento lo hice como soldado conscripto del Ejército Argentino en 1977.

En 1982 me tocó, de algún modo cumplirlo.

No me ofrecí como voluntario. Cuando me dijeron que había que llevar un buque al Sur, no me negué. Acepté la misión. Tocó Malvinas.


No puedo hablar de las cartas de Malvinas, solo recibí una escrita por mí, ya en casa de mis padres.


Podríamos hablar de las cartas de los mercantes, de la consecuencia de escribir todos los días un poco, con hechos y pensamientos, observaciones de situaciones vividas en casa, no más que eso.


Juan Terranova, spoileemos. ¿Museo Malvinas? Hmmmmmm.

Nunca fui, vivo a 12 cuadras, tengo mucho tiempo, para mi con suerte podría ser terreno neutral, no lo creo. Es terreno hostil.

Te preguntarás ¿por qué hostil?

Porque, lamentablemente, no existen descripciones o análisis objetivos. Todos ellos tienen un sesgo.

En el caso de Malvinas, hay un sesgo que me molesta mucho y es que quien presenta su parte de la verdad, la presenta como TODA la verdad.

Desde mi punto de vista personal, es falso y no permite que podamos entender y conocer todos los aspectos de un hecho de múltiples protagonistas y de infinitas circunstancias.

Admito y respeto que cada uno tenga su parte de la verdad, como la pieza de un rompecabezas.

Lo que en estos 40 años, desde la guerra hasta ahora, y los 13 años desde que hablamos sobre ella, es que esa pieza del rompecabezas tiene partes que son ciertas y que vivimos y el resto se arman en base a la especulación en la que pensamos como fue. Casi siempre no es así, y si no encontramos quien tiene la pieza que encaja con la nuestra en esa parte de la historia con su verificación de los hechos, estamos fallándole a la verdad y a quienes tienen el cariño de armar ese rompecabezas, que en este caso, es lo vivido en la Guerra de Malvinas.


Juan Terranova, spoileemos.

¿Quién es? ¿Por qué me parece conocido?


Viva Google, el cantaclaro y surgen Juan Terranova, blogs, libros, ¿Libros? Puerto Belgrano, ficción sobre el Crucero, entre otros pero fui a lo específico.

¿Está en Amazon? Aaaaadentro.

Perdí la fascinación del papel y el libro cuando pude tener un Kindle. Mi tiempo de lectura en mi tiempo de trabajador que usaba el tren y el subte, era el tiempo de transporte, una hora de ida y otra de vuelta, con esperas, pisotones, amontonamientos parados se facilitaba por el solo hecho de tener un dispositivo liviano, con una biblioteca en su memoria y que para cambiar de página solo había que mover un dedo para presionar el costado derecho de su pantalla.


Así surge que ya poco me falta para terminarlo y me sentí atrapado por su trama y su estilo, con esa mezcla de personales reales y otros que no lo son.

Con algunas mínimas observaciones para hacerle, pero que nada degradan la sensación de estar recorriendo las cubiertas, los pasillos, los sollados, la enfermería, el comedor y los camarotes del CRUBE.


Gracias, Juan. Muy bueno

No sé de que carajo vas a querer que hable el martes.


Buenas noches.


P.D.

La expresión es “irse por ojo”, no “irse por el ojo”

En la Armada a los oficiales se les dice señor. Solo se les dice sr almirante a esos oficiales superiores. Nunca se les dice por la jerarquía.


Escribo cuando me encuentro en la oscuridad y busco la luz al final del túnel.

Hacía casi 3 años que no escribía.


La verdad es que estos 40 años se van transformando en algo difícil de vivir, porque en la curiosidad ajena nos hace revivir, que es muy distinto a recordar, lo que en ese tiempo vivimos.

Revivir es varios pasos hacia atrás que el recordar. Es la expresión SETP (síndrome de estrés postraumático) o PTSD en inglés (Post Traumatic syndrome disease).


Para salir de eso tuve que hacer terapia hace 5 años, orientado por una amiga psicóloga especializada en PTSD.

Así fue que encaré la cura.


Es solo para que sepas, no para psicopatearte.



Pancho Elizalde