Hay un fenómeno urbano que se dió sobre todo en ciudades con afluencia turística como el de las estatuas vivientes. En Buenos Aires las encontramos en San Telmo, los fines de semana, por la calle Florida y porahí.
Gente, que para mi que soy inquieto, se quedan inexplicablemente quietos o en un estado de austeridad de movimiento increible. Con un maquillaje imitador del bronce o del mármol. Tienen sentido del humor, llaman la atención de chicos y grandes pero hay otro tipo de estatuas vivientes en Buenos Aires, por favor que nadie se sienta discriminado por mención u omisión, ese complejo de estatua que nos rebasa en nuestra calidad de porteños peatones. Describo de todos modos una "capacidad diferente", artilugio idiomático y, porque no, ideólogico supuestamente "polite", diplomático.
La capacidad a la que me refiero es la que mucha gente hace gala, por ejemplo, al pararse en la puerta de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, hablando concentradamente con dos hermosas señoritas en la parte más estrecha de la vereda de Córdoba donde no hay ni un metro de ancho de paso por la boca del Subte y pasan miles de personas a las 2100 hs de cualquier día de semana. Me llama poderosamente la atención la capacidad de aislarse y la concentración en el foco que se pone, ya que impertérritos, imperturbables ,continúan su amable plática en el medio de mesejante quilombo.
Quizás pudiéramos dar otro ejemplo significativo de aquellos personajes que no tienen mejor idea que dudar sobre la dirección que deben tomar dentro de los 30 cm subsiguientes de la finalización de una escalera mecánica de considerable velocidad.
¿No es acaso un signo inequívoco de ese complejo de estatua urbana el que los invade al hacer gala de una duda? , ya que, provocativamente, inducen a producir un empujón bien dado, en algunos casos, un recorrido calificativo de sus ancestros de la concentrada estatua en otros, mientras el resto de los mortales que suben por la misma escalera tratan de ver en que forma pueden pasar sin tirar a la mierda la puta estatua en la salida de la escalera mecánica sin correr el riesgo de matarse y matarla.
Caso aparte es, sin duda, el que se pone en el medio del pasillo del vagón de tren o subte, bien cerquita de la puerta y dejando un enorme blanco entre las filas de asientos y promoviendo un amuchamiento cerca de la puerta, donde no podés ni respirar por el vaho de los transpirados pasajeros.
Tampoco nos olvidemos de los que han tomado por costumbre la de sentarse contra el mamparo en el vagón, muchas veces apoyandose sobre las puertas del vagón.
También están aquellos que con su mejor cara de boludo, plantan una enorme cantidad de bagallos, que parecen más un piquete, por su volumen y molestia, y no dejan de bloquear el paso sin ninguna contemplación o gesto de humanidad y/o sociabilidad hacia el resto de sus compañeros de aventura.
Hermanito, si estás en la puerta y baja medio vagón, corré el culito hasta el andén, colocate al lado de la puerta y esperá que salga toda la gente y después subís tranquilamente, antes que el resto de los futuros mortales pasajeros haga lo propio.
Que estén con un bolso bloqueando el paso porque no queda otra alternativa, lo entiendo, lo que no puedo entender es la cara de soberano boludo que ponen como si ellos no fueran causantes o culpables.
Será posible que no nos preocupemos ni un poquito por los demás, ni prestemos atención al entorno, ni seamos capaces de reaccionar cuando alguien hace una sugerencia de movimiento.
No hay que hacer mucho, es mas bien poquito, tan solo expandir la mirada desde el propio ombligo hasta 3 mts a la redonda dandole bola a nuestros vecinos. Aunque no lo crean, el mundo puede mejorar a partir de ese sencillo gesto.
viernes, 13 de noviembre de 2009
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