miércoles, 20 de agosto de 2014

¿Para qué lo encontré?


Eso se preguntaba.
Tenía pensamientos encontrados, quería aferrarlos, aunque no sabía bien porque, más adelante esa decisión le complicaría su vida interior.

No quería victimizarse pero se sentía mal y trataba de tomar una decisión que le asegurara tranquilidad espiritual. Imposible deseo de cumplir, cualquiera fuese el camino que eligiera.
La dureza  de lo conversado lo noqueaba una vez más.
Nadie entiende que todos los días se pelea, pero no contra los demás. Es contra los recuerdos, las vivencias, los pensamientos de toma de conciencia de la inutilidad de lo hecho, para los demás, de lo que a él le marcó a fuego la vida. Tomar conciencia que lo que vivió no le interesa a nadie, salvo por las consecuencias negativas que pueda generar en su relación personal con ellos, le aflojaba las rodillas.
No se sentía nada bien, quería dormir profundamente, prolongadamente. Pensar en como terminar de sacarse una terrible mochila que parecía soldada al cuerpo o, mejor dicho, a la mente.
Es muy duro, volver a tomar conciencia, que lo que hiciste es intrascendente para demasiados que no lo vivieron. Te pega en la mandíbula como un cross de Tyson.
El golpe de remate era la verdad de lo dicho.

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