Pasaban los dias sin cesar mientras
el invierno se adentraba en nubes y precipitaciones, mientras el
encierro perduraba sin esperanza de fin cercano.
En un principio, el cambio de
situación, generaba algunos inconvenientes pero había una cantidad
de ventajas en el encierro, ya fuese solitario o compartido, ocultas
hasta ese momento, que compensaban con creces lo que se vivia.
Poco a poco las rutinas fueron
cambiando, la intensa convivencia generaba situaciones extremas de
discordia aletargada o de felicidad redescubierta. Se encontraron
nuevos intereses en común, y un nuevo modo de compartir la intimidad
y también del respeto de la intimidad del otro. Defectos, manías y
obsesiones se desnudaron frente al otro y a su evaluación de costo
beneficio en esa relación que, probablemente, se truncara.
Así fueron pasando los días, las
semanas y empezaron a transcurrir los meses, ya que la meta se corría
día a día, en virtud de los buenos resultados, que no acortaban el
encierro. Extrañamente lo prolongaba.
La sensación de felicidad que se
generó en un principio, al creerse a salvo fue mutando hacia una
sensación de opresión y de engaño, donde se perdió el valor más
importante: la confianza.
Nadie estaba preparado para un
encierro tan prolongado aun cuando se arriesgase la vida frente a ese
, si no se respetaba,
La gente empezó a modificar sus
paradigmas de vida, empezó a entender que la calidad de vida
prevalecía, con grandes beneficios, frente a una cantidad de años a
vivir, en una situación insólita para la humanidad.
De a poco fueron pensando que la
libertad era también poder elegir su propia muerte.
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