A cada rato se moría, su alma no descansaba.
Moría, renacía, moría, renacía.
Su espíritu volátil no le daba paz.
Las restricciones lo enloquecían.
El suicidio del alma se repetía.
Sufría, no pensó que fuera así.
Daba vueltas, la cabeza daba vueltas.
No descansaba, salvo cuando moría.
Renacía, renacía y el sufrimiento se extendía.
No sabía donde estaba y lo peor,
donde quería estar.
Nunca estuvo perdido...
hasta ahora
lunes, 19 de octubre de 2015
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